sábado, 3 de febrero de 2007

¡Lo que más me gusta del Carnaval!

El carnaval es un evento con duración general entre 3 y 4 días; un período en el que lo regular es que las personas que quieran se disfracen y pasen de fiesta día tras día. Esta celebración puede darse acompañada de alcohol, música, baile, o cualquier otro tipo de actividad o sustancia que le haga olvidar a los habitantes del lugar que hay “formalismos” o una estructura social que seguir.

Aunque algunos historiadores remontan estas fiestas a los sumerios y egipcios, la información que las personas, en general, conoce del origen del carnaval, está relacionada o, con los tiempos de Baco, donde los ciudadanos de Roma festejaban con el vino y permitían a los esclavos hacer parte de esta fiesta y bailar “codo a codo” con ellos, o, con la interpretación que se le da desde el cristianismo, esa de “permitir que los deseos de la carne se desaforen”, como decía el padrecito de la capilla, antes del Miércoles de Ceniza, para prepararse a la temporada de cuaresma o ayuno.

Y aunque para muchos el carnaval se ha convertido en unos días para descansar y aprovechar ir a la playa o a la campiña, para los que se quedan en su ciudad o viajan a otras para “carnavalear” o disfrutar estas fiestas y se disfrazan y se “meten en el cuento” es para quienes va estas letras.

Porque, para mí el carnaval puede remontarse a 3000 años atrás o más, puede tomar formas y significados distintos, como el de Venecia o el de Río de Janeiro, pero, lo que sí no deja de ser diferente es que para todos es claro que es un momento de “liberación” de las normas sociales impuestas desde el hombre para el hombre, que fueron impuestas para lograr esa convivencia “armónica” que cada vez que leo las noticias, tristemente, veo más lejos.

Y eso es lo que más me gusta del carnaval, pensar que desde quién sabe cuándo alguien dijo “necesitamos hacer un carnaval” y, entonces, se entendió que el hombre necesita un respiro, un tiempo de “locura” lo que me parece necesario en una sociedad para que permanezca “algo” sana, en equilibrio.

Ahora bien, es de muchos conocidos las consecuencias no siempre tan agradables de ese momento eufórico, nada más basta con leer a Edgar Allan Poe en su “Barril de Amontillado” para saber que nadie quiere ser Fortunato, de hecho, ¡Qué infortunia! Ese cuento de suspenso nos hace reflexionar en nuestros actos pero además, nos hace recordar que debemos andar con cuidado, pues no sólo se disfraza el cuerpo, también con ese, se disfrazan las intenciones del disfrazado: nunca sabe uno que daño ha hecho ni qué puede hacer uno o los otros en estados de conciencia alterados!!

Pero del resto, eso es lo que más me gusta de los carnavales, sorprenderme y encontrarme con mujeres tímidas que se lanzan a bailar en la Batalla de Flores, pésimos bailarines que deciden salir en las comparsas, y hombres que se la juegan toda cuando, por la euforia del carnaval, se atreven a hablarle a la mujer que por tanto tiempo ha ocupado su corazón para que le diga sí o no de una buena vez!

Mejor dicho que “¡Quien lo vive es quien lo goza! y que, ¡Bailen las calles de noche y bailen las calles de día!!!”

JAH

1 comentario:

Mencha dijo...

QUE VIVA EL CARNAVAL!!!!
Lastima que este tipo de ventos sólo se puedan dar en algunas ciudades del mundo, pues desafortunadamente no todo el mundo es capaz de liberarse, de dejar a un lado tantas ataduras mentale sy sociales para ser simplemente ellas....

Esta posibilidad hace especiales a Barranquilla, Rio de Janeiro, Venecia, Niza y algunas otras pocas ciudades que se atreven a vivir un carnaval una vez al año.

Muchos Besos pa Quilla =) =)